Al fondo, la Battersea Power Station de Londres, que fue portada del álbum Animals del grupo Pink Floyd: un buen símbolo fálico asociado, como central eléctrica poderosa, a la pasión animal
En el acto sexual se expresa y libera toda la reserva sagrada de energía espiritual de la materia contenedora en la que se hallan las memorias y códigos genéticos de las familias y ancestros de los cuerpos que se unen, tanto físicamente en caso de que el hombre eyacule en la vagina, más aún si hubiera embarazo y descendencia (pareja parental para siempre) y también en el cuerpo femenino como contenedor etérico y cuántico de todas las inteligencias atómicas y moleculares que por él pasen o se viertan, en forma de besos, caricias, semen, sexo oral, anal e inclusive aunque solamente fuese a través del llamado coito interrumpido, etc.
Por eso en muchas religiones o dogmas se enfatizaba en tener una fase preventiva de tiempo en la relación antes de consumar cualquier clase de acto o contacto físico entre la pareja. En Occidente, hasta hace muy poco, era el clásico noviazgo, luego el compromiso de boda, tras esto el matrimonio y después la convivencia emparejados y la tenencia o no de hijos.
Pero recientemente, las tendencias ateas o de corte ideológico hacia la denominada izquierda fueron (no sé si es la palabra) convenciendo a parte de la población occidental que todas aquellas normas o ideas estaban obsoletas e iban en contra de la libertad del ser humano y de la posible liberación de la mujer, y que generaban parejas o matrimonios sin pasión, en los que la vida sexual era deficiente, estando, a su vez y al día la hipocresía y las infidelidades en la mayoría de los mismos.
Paralelamente, se fue manipulando la información a través de las redes para que los más jóvenes creyeran que un buen porcentaje de las enfermedades venéreas y de los virus eran un invento al servicio de intereses creados por ciertos sectores del capitalismo.
Y, sin duda, añadiéndose a todo esto las contradicciones y errores de las religiones oficiales, que no favorecían una continuidad de lo que con tanto ahínco y tanta obediencia se había aceptado durante décadas y siglos pasados.
A partir de la comercialización de la píldora y de la implantación de nuevas teorías y hábitos, como los del amor libre de los hippies en la década de 1960, el divorcio institucionalizado en los años 70s y 80s, la pareja de hecho en los 90s, la ampliación de los conceptos de género, el poliamor, las aplicaciones desde los celulares para tener contactos esporádicos o de mayor duración, etc., etc., las relaciones corporales pasaron a ser algo mundano y de fácil acceso, rompiendo así con estructuras átmicas que se transmiten en toda clase de unión entre cuerpos, incluso más allá de la simple fornicación.
Esta situación ha ido llevando al género femenino hacia una suerte de factible esclavitud disfrazada de liberación, ya que al ser la mujer primordialmente contenedora, el hecho de carecer de protección bioplasmática de su cuerpo áurico en la medida que aumentaban sus relaciones sexuales, su propia entidad e individuación comenzó a acumular toda una serie de información genética imposible de absorber en un solo cuerpo físico, ya que en cada relación carnal, por breve que sea, la mujer recibe y archiva parte o todos los códigos genéticos de quien la penetra, sumados a los de todas las relaciones que aquel hombre hubiera tenido a lo largo de su vida.
Esto produce un desequilibrio tal en su estructura molecular, capaz, como bien sabemos, de generar vida en consonancia muy seguramente a, entre otros motivos, los tránsitos lunares, que los tres frentes que constituyen la unidad intrínseca del ser humano, como entidad corporal, emocional y espiritual, se ven afectados y prácticamente desordenados atómicamente.
Por ello podríamos afirmar que a mayor sexo ocasional, mayor esclavitud corporal… o kármica, para quienes aprueben esta última palabra como real o válida.
Las propuestas monogámicas surgieron como conceptos para preservar la unidad de la familia, la estabilidad de los hijos y la protección de la mujer.
En el momento que esto se rompe, tanto el hombre, como la mujer (y obviamente los hijos como principales perjudicados) quedan completamente desvalidos y desamparados, a merced de energías y vibraciones destructivas.
Y la rabia, los reproches, los ataques y los problemas legales no rompen jamás, por ejemplo, a la pareja parental, que está sellada de por vida a través de los propios hijos como descendientes de una línea genética determinada.
Por eso, cuando una mujer o un hombre atacan a su ex pareja habiendo hijos de por medio, no están haciendo más que atacarse a sí mismos y a su propia descendencia, a su propia sangre.
La pareja parental es para siempre y no existe ley humana o cósmica que pueda destruirla, incluso cuando la aplicación errónea de leyes que no contemplan el lado humano prive a los hijos del contacto natural con uno de sus progenitores.
Pero lo que pueda yo ahora comentar respecto a lo, como mínimo, riesgoso de las relaciones ocasionales, no significa que apueste inexorablemente por una sola unión matrimonial o de hecho hasta que se acaben nuestros días en la Tierra.
Este ideal de relación no siempre puede consumarse sino, más bien y en todo caso, consumirse.
La mayoría de las situaciones en la vida tienen un comienzo, un desarrollo y un final, y no suele ser habitual que todo lo que se inicia continúe para siempre de la misma manera. Es decir que a veces es necesario, es vital, acabar con una relación o asumir en la teoría y en la práctica que un ciclo ya ha concluido.
En días recientes quisiera subrayar que observé los ataques de la cantante Shakira hacia el padre de sus hijos y su familia, algo que viví en carne propia en una de mis separaciones de pareja.
También leí sobre unas mujeres militantes de un partido político independentista en Barcelona, denunciando a un policía que al parecer se había infiltrado en sus filas, habiendo tenido relaciones con ocho de ellas en menos de dos años.
Ambas noticias son, a mi entender, dos claros ejemplos de lo que actualmente está sucediendo y en lo que no se debería tan ligeramente caer.
Nuestros cuerpos y nuestros hijos son algo sagrado y las relaciones carnales y de pareja son algo místico combinado con la energía animal, por lo que para ello es necesario tener previamente una información que el sistema actual se encarga de vetarnos para en cambio adoctrinarnos con toda clase de ideologías y teorías que nos dividen y nos alejan de la realidad de quiénes somos, de cómo estamos vibrando y de cuál es nuestra misión evolutiva tanto en la Tierra como cuando nos vamos de la tridimensionalidad para continuar existiendo de otra manera.
Hay otras maneras de comprender el sexo y las relaciones mucho más allá del deseo cotidiano, de la mera fornicación, de lo esporádico o rutinario. Y también hay distintas formas de practicarlo y de llegar a situaciones de placer vinculadas a creaciones de universos, de orgasmos enlazados a big-bangs en diferentes planos de conciencia y hacia el interior del cuerpo, su columna vertebral y su cerebro.
Pero nada de esto se nos enseña y el resultado es entonces un ser humano que se mueve en la inmediatez de sus deseos más básicos y en una limitada comprensión de lo que en realidad son las energías sexuales y cómo aprender a utilizarlas sabiamente.