Mi amigo Txema Medina es seguidor de un equipo de fútbol catalán que se llama Espanyol y que nunca gana ningún campeonato como el Barcelona Fútbol Club de Messi y Compañía.
Ir a ver al Espanyol es ir a sufrir, pero eso sucede con la mayoría de los clubes de fútbol, dado que ni los más grandes e importantes garantizan un triunfo absoluto.
El fútbol tiene ese aspecto de 22 jugadores intentando meterla adentro. Los jugadores son algo así como espermatozoides que corren, se empujan y dan codazos hasta que uno logra meterla y entonces todos los que miran el partido (en su mayoría hombres) gritan ¡gol!
Sólo el que la para o intenta evitar que se la metan (el arquero o portero) puede tocarla con la mano (me refiero a la pelota) y el árbitro va vestido de negro, como todo juez, pero en este caso se trata del único juez en el mundo cuyo fallo (fallo = error) debe dirimirse en segundos.
Por otra parte, el partido dura 90 minutos, equivalentes a los 9 meses del embarazo.
Realmente creo haber deducido el porqué del éxito mundial de este deporte: se trata de un ritual ancestral de fertilización. Un ritual masculino que se ha vuelto un gran negocio.